La Ley 22.421 de Conservación de la Fauna protege a los animales silvestres y regula: “la captura o destrucción de las crías, huevos y guaridas; la tenencia, posesión, tránsito y comercio de los animales y sus productos; la prohibición de importar e introducir animales vivos, semen o embriones, huevos o larvas que puedan ser perjudiciales; la prohibición de dejar en libertad sin autorización a animales silvestres en cautiverio”.
Los animales domésticos que pueden estar en ambientes urbanos son los perros, gatos, ciertas aves, algunos roedores o reptiles (tortugas), y peces. Con el fin de resguardar la integridad de estos seres vivos y cuidar sus roles en el ecosistema.
La ley considera «fauna silvestre» a los animales que “viven libres en ambientes naturales o artificiales, independientes del hombre; viven bajo el control del hombre pero son bravíos o salvajes; los domésticos que por distintas razones vuelven a la vida salvaje convirtiéndose en cimarrones».
El tráfico de vida silvestre en la Argentina y en el mundo afecta la conservación de la biodiversidad. Desde la ONG Neotropical Primate Conservation Argentina (NPC) explican que “más de 100 especies de aves, 20 de reptiles y 15 de mamíferos de nuestro país son las más afectadas por el tráfico de fauna”.