Son muchas las causas que pueden interrumpir una normal circulación, algunas de las cuales escapan al control del conductor. El reventón de un neumático es siempre una experiencia desagradable, traumática, y que puede resultar fatal si no se sabe qué hacer cuando ocurre mientras se va conduciendo.
Las maniobras adecuadas pueden minimizar la situación, reduciendo casi a cero los peligros tanto para las personas que circulan en el rodado siniestrado, como para el resto de los usuarios de la vía, que coinciden en ese momento, en ese espacio.
Hay factores de todo tipo que pueden influir negativamente apenas se sufre la incidencia, afectando directamente la adhesión del neumático a la carpeta asfáltica, como es el agua acumulada (en estado líquido o sólido), los vientos, el estado de la ruta, si es una recta o una curva, pero sobre todo la velocidad. No va a ser la misma situación reventar un neumático circulando a 90 km/h, que hacerlo a 130 km/h, o más.
Van a empezar a influir todos estos factores al momento mismo de “perder” un neumático, por eso es muy importante tener en cuenta los peligros que pueden alterar nuestro viaje, y saber las especificaciones del rodado que conducimos, con el cual hacer frente a estos hechos.
Sin embargo, el viaje comienza revisando el vehículo, no cuando se pone en marcha el motor, ni cuando ya se toma la carretera. Revisar las llantas y las cubiertas, que no estén golpeadas o estropeadas, que tengan la presión correcta que dice el manual, los frenos, las luces, el combustible, harán que el viaje sea mucho más seguro.
Al momento de reventarse un neumático, se suele sentir un fuerte estampido, con un fuerte movimiento del volante; e inmediatamente el vehículo comienza a portarse de forma muy extraña, tendiendo a ir hacia el lado donde la rueda perdió sus propiedades, o a irse “de costado” cuando la incidencia es en la parte trasera.
La adherencia de las gomas a la carpeta asfáltica es lo más importante, pues es el contacto directo con el piso. Esta armonía se pierde cuando una rueda deja de cumplir su función, entrando a incidir algunas cosas que sí dependen exclusivamente del conductor, como es detener totalmente la marcha, de la mejor manera, y en la distancia más prudencial posible, para no convertirse en un peligro.
Las dos primeras cosas que se deben hacer al unísono es agarrar el volante con firmeza, y sacar paulatinamente los pies de los pedales (no inmediatamente), dejando colocada la marcha en la que circulaba, para que la acción del motor vaya frenando el vehículo. La primera cuestión es evitar el peligro de la inercia, seguido de la pérdida de control, entendiendo también que seguir acelerando no es conveniente, porque la cubierta se irá deteriorando muy rápido, comprometiendo seriamente la estabilidad del vehículo en cuestión de segundos. Frenar de golpe tampoco debe hacerse, porque producirá el mismo efecto descripto. Lo aconsejable es dejar que el vehículo se deslice solo, bajo nuestro control, y llevarlo a la banquina cuando la velocidad nos asegure el control.
Cuando se logró estabilizar el rodado, ya a baja velocidad, se debe presionar levemente el freno, y dejarlo en “punto muerto”, para guiarlo a la banquina, en un movimiento suave, paulatino.
Una vez detenida la marcha, deberá cambiar la rueda, evitando que desciendan más acompañantes de los que necesita, para evitar que deambulen por un sector que se vuelve muy peligroso, por las velocidades que desarrollan los demás vehículos.
Mientras reemplaza el neumático siniestrado, debe estar correctamente señalizado el sector, con las balizas triangulares colocadas a una distancia prudente, con apoyo de conos y chaleco si los tuviere, y las luces de emergencia del propio vehículo (balizas).
Volvemos a mencionar que es importante no perder la calma, sujetar el volante firmemente, no pisar el freno, no realizar maniobras bruscas, hasta que recuperemos el control, y poder bajar la velocidad para descender a la banquina.
Fuente: Policía Caminera de Córdoba.